Las ganas de disfrutar

Cómo empezar este artículo… Érase una vez… Corría el año… Bueno, es lo mismo.

Año 1993, aquí el que suscribe tenía 14 años. Estudiaba primero de BUP en una ciudad diferente, una casa diferente, amigos (que aún tengo) diferentes y por la edad, todo tipo de sensaciones diferentes. En mitad de esta efervescencia, un director de cine, hay quien dice que lo hizo para obtener fondos para realizar otra película en blanco y negro, instaura en el mundo entero la Dino-manía. Se estrena Parque Jurásico.

Sin embargo, no voy a hablaros de esta película… lo siento. Contaré cómo la disfruté y en qué condiciones. La lección que me dio «Parque Jurásico» nada tiene que ver con dinosaurios. Todo lo demás, sí.

Cuando caminabas por la calle, las tiendas vendían un sin fin de artículos de dinosaurios, en clase se hablaba de dinosaurios, en las librerías había un millón de ejemplares del libro de Michael Crichton, las exposiciones itinerantes eran de dinosaurios, los museos se llenaban… pero los de dinosaurios. Todo todo todo, pero todo, eran dinosaurios… y a mi me encantaba. El cine había conseguido, no solo crear unos animales prehistóricos con un realismo no visto hasta entonces, sino que estos antiguos habitantes, volvieran a conquistar La Tierra. El Rey Midas de Hollywood hizo que tuviera unas ganas enormes de ver esta película. Y como yo, pues mucha mucha mucha gente.

Fui al cine con mis amigos. Las entradas no se sacaban por Internet, no podían realizarse reservas y cuando esperabas en la cola de la taquilla, no había monitores que indicaran aforo ni localidades disponibles. Al llegar nuestro turno con una sonrisa llena de dientes blanquitos y adolescentes, pues eso que estáis pensando. «Lo siento, ya no quedan entradas». En realidad sí quedaban, pero en sesiones a las que un chico de 14 años no puede quedarse porque no hay autobús para volver a casa.

Y así tres veces. En tres ocasiones me quedé con ganas de entrar a la sala enmoquetada, con pantalla enorme y fuerte olor a palomitas para disfrutar del origen, del motivo, de todo lo que se veía por la calle. Si no lloré, fue porque quedaba muy feo que las chicas lo vieran ahora que resultaban tan guapas.

Qué divertido

Si eso no era suficiente, el jefe de mi padre, alguien con quién tenía un trato cercano y de amistad (me encantaría que llegara a leer esto), cada vez que me veía, y siendo conocedor de mis expectativas, aderezaba las reuniones de «tomar algo con la familia» diciendo cosas del tipo: «Francis, ¿Aún no has visto Parque Jurásico? Uff, no sabes lo que te pierdes… que pasada… lo que ha hecho Spielberg deja boquiabierto». Menos mal que me caía bien.

Y los meses pasaron. Las salas retiraron su proyección. Volvimos a mi ciudad de siempre y la Dino-manía se mantenía en las calles. Había que esperar al VHS y ese día llegó.

Creo recordar que era viernes, no estoy seguro. Los videoclubes ya tenían sus posters y yo salí corriendo del instituto… para ir a casa a comer ¿qué os pensáis? Y después sí. Corriendo al videoclub. Allí estaba. Frente a una estantería con ocho o diez copias de ella… ¡todas alquiladas!

  • Disculpe ¿Sabe si alguien devolverá la película hoy mismo?
  • Sí. Un par de personas me han dicho que la traerán esta tarde.
  • ¿Me la puede guardar?
  • No, no hacemos eso.
  • Mmmmm… ¿Le importa si espero aquí a qué la traigan?
  • Claro que no. Puedes esperar.

Y pasaron casi cuatro horas. Pude haber llevado un libro, pero para qué teniendo tantas cajas de películas con sus sinopsis detrás… Si no las leí todas, faltaron muy pocas. De Parque Jurásico leí las ocho copias (o diez). La hora de cerrar se acercaba. Mi cara entristecía por segundos. Las posibilidades se acababan, ¡pero ocurrió! Alguien entró con su cinta bajo el brazo en una caja genérica, el guardián de las cintas me miró y sonrió. Solo él con su poder sabía que dentro de esa caja se encontraba una visita al parque más emocionante del mundo. La abrió y revisó que todo estuviera en orden ¡estaba hasta rebobinada! Asintió ligeramente con la cabeza y volvió a sonreír. El depositario se marchó y en manos del guardián resplandecía esa bobina magnética lista para ser leída por mis cabezales (o los de mis padres, vamos). Me la entregó y sonó música… vale, no sonó nada pero yo sí la escuché. Tenía el origen de todo en las manos.

Abrí la puerta de casa… ¡Y la casa estaba llena! Teníamos visita. Reunión familiar… Me encanta la familia, pero… (grrchxxxoweijd). Estuve un rato con ellos (sí, también lo disfruté), y enseguida que tuve la ocasión, pasé a mi cuarto. Allí tenía vídeo y una tele de quince pulgadas con flamante sonido mono. Si te pasabas con el volumen, los plásticos vibraban emitiendo un zumbido que invitaba a darle un escobazo. Aquella cinta VHS entró en el sistema de mi habitación… esos ruiditos tecnológicos indicaban que ya abrazaba los cabezales. Cerré la puerta y apagué la luz. El parque se iluminó en aquella ventanita de quince pulgadas. El espectáculo comenzaba. No podía ser mejor.

¿Y por qué no podía ser mejor? He visto mejores películas. Valoro verlas en buenas salas con buen sonido y calidad de imagen. Sin zumbidos ni parpadeos a 50Hz, pero ninguna la recuerdo con tantas ganas. Esas que te hacen disfrutar por encima de todo. Esas ganas hacen feliz. Sientes que lo hacen. No sé que cara tendría cuando empezó la película, pero aquel era mi momento. Era mi deseo desde hacía meses. Era mi anhelo y la disfruté como si fuera la única película que existía. Mis ganas y mi deseo hizo que pudiera verla así. Quizá la mejor película, la mejor música, obra de teatro o persona, no es la mejor realizada, no es la mejor compuesta o la que tiene mejor puesta en escena, quizá lo mejor de la vida es mirar con deseo. Tener ganas. Cuando hay ganas brillan los ojos y cuando brillan los ojos, la vida se torna maravillosa. Tanto que no depende de lo que veas sino de cómo lo veas, de modo, que si alguien al mirarte, ves que brillan sus ojos, dale tanto respeto y cariño como puedas, pues quizá te mire como la mejor película de la historia aunque no lo seas.

10 comentarios en «Las ganas de disfrutar»

  1. Bueno , pues como siempre te sales explicando tus vivencias con toda la ilusión , sensibilidad y corazón que consigues trasladar a tu lado a quien lo lee
    Tienes un gran don que es el de ser una gran persona en todos los sentidos. Yo doy gracias porque el mundo pueda contar con personas como TÚ

    Responder
    • Me salgo explicando… Me encanta esa frase que dices ?. Para que salga, primero entro. Miro, recuerdo sentimientos y sensaciones y utilizo el vocabulario que conozco. Sencillo y directo. Me hace muy feliz que te guste.

      Responder
    • La mayoría de esas personas no están cerca. Por aquí quizá haya alguna, y espero que con tiempo aparezcan más, pero lo más importante es que ese brillo, lo lleve yo mismo incluso al mirarme y así saber mirar mejor hacia fuera. Es complicado, no creas ?.

      Responder
    • Gracias Salva. Sí que me gusta disfrutar del camino. Al final lo menos importante es la película o lo que sea que hagas, lo que importa es el valor del proceso, o eso creo. A veces la pasión puede confundirse con otras cosas, pero es pasión. Lo sé, y quién así lo ve es que lleva ese brillo en los ojos.

      Un abrazo fuerte, y gracias por sentirlo así ?

      Responder
  2. Me a parecido una genialidad
    Sobre todo la última parte
    Debería de usarse tu relato
    Para definir la nueva palabra anglosajona «hype» esa que indica las ansias por consumir algo que está por salir y la gratificación que conlleva, muchas gracias por compartirlo con los demas

    Responder
    • Uy, no sé yo si «consumir» algo pasados meses en condiciones más desfavorecidas a las de su lanzamiento, se corresponde con el concepto anglosajón que mencionas… Habrá que estudiarlo ?.

      Ya sabes que está web está abierta para ti si algún día te apetece escribir alguna de tus emociones según las normas del blog.

      Un abrazo amigo Aarón.

      Responder

Deja un comentario