Psicología y cine (padres y madres disfuncionales)

En colaboración con Cati Fiol psicóloga

Matilda (Danny DeVito) (1996)

Matilda
Matilda (1996) Danny DeVito

  Esta película, Matilda, es una fábula, un cuento y, por tanto, mantiene los conceptos puros, es decir, los malos son malos perfectos y los buenos, ídem. Son personajes planos, que no es para nada algo negativo, y en esta ocasión ponen de inmenso relieve, ejemplos de padres disfuncionales.

  Matilda (Mara Wilson) también es perfecta, es buena, inteligente, responsable, aplicada, ¡y tiene poderes!

   La brecha coexistente entre ella y sus padres, queda resumida en la frase de Harry (Danny DeVito), su padre, cuando le dice: “Yo soy listo, tú tonta, yo soy mayor, tú pequeña, yo tengo razón, tú no. Y no puedes hacer nada por evitarlo”.

   Ale, así de bien argumentado. Devastador para una niña. Y su madre es más de lo mismo en versión femenina. No se preocupan de su hija, no es debidamente atendida y no prestan atención a sus valores e intereses. No empatizan, ponen nulo esfuerzo por entenderla, no la conocen… no la quieren.

   Matilda es excepcional y no lo olvidemos, también es de cuento. Tiene, con su escasa edad, recursos intelectuales y emocionales que le permiten no entrar en este juego y mantenerse fiel a sí misma, y esto forma parte del cuento. Las consecuencias reales de padres disfuncionales pueden resultar desastrosas en la mente y comportamiento de una niña en un momento de formación relevante. Sus referentes de apego, sus ejemplos, a los que necesita agradar y nunca lo consigue, de quienes tiene que recibir amor, apoyo, comprensión y educación, son incompetentes para ello. Su frustración y sensación de soledad pueden hacerle sentir falsamente culpable. Ella es la que no encaja, ella es siempre el motivo de discordia, sus intereses no interesan, a ella le importan sus padres, y a ellos no les importa Matilda.

   La vida puede tener momentos de cuento, pero no lo es. Las niñas de verdad no tienen súper poderes, las niñas necesitan buenos referentes para descubrirse a sí mismas. Necesitan todo aquello que les permita desarrollarse de forma natural, favoreciendo su propio camino sin ser torpedeadas por las carencias y frustraciones de esos padres y madres disfuncionales que sí existen en el mundo real.

   Incluso Matilda tuvo la suerte de encontrar su referente en otra persona a la altura de su curiosidad. Si tienes la suerte de que una persona te mire así, con anhelo, como ejemplo, incluso te admire solo por ser su padre o madre, se deben crear las condiciones para que pueda crecer y entender que la misma admiración sientes tú hacia ella. Tan importante es para ti como tú para tu hija. Coge su mano suavemente cada vez que lo necesite, verás que lo necesita cada vez menos… y el día que vaya sola, que se sienta orgullosa de ser quien es, que ya no necesite tu mano, lo añorarás y puede que ese día sea ella quien tome la tuya, no porque lo necesite, sino por recordar que aquello que hoy es, en lo que se ha convertido, lleva algo tuyo que no se ha impuesto, lleva un “gracias papá/mamá” por ser esencial en mi propio descubrimiento.


Billy Elliot (Stephen Daldry) (2000)

  Al contrario que en Matilda, en esta película (Billy Elliot) encontramos personajes dinámicos, sufren cambios, reflexionan y evolucionan. Jackie Elliot (Gary Lewis) es el padre de Billy (Jamie Bell). Es un buen hombre en una situación difícil, muy difícil.

   En un pueblo del condado de Durham, Inglaterra, durante la huelga de mineros de 1984-1985, Billy descubre por accidente, lo mucho que le apasiona el ballet y no tanto el boxeo al que estaba apuntado. Su padre, un minero en plena lucha de derechos del carbón, con un hijo mayor en la misma batalla, una abuela dependiente a su cargo, problemas económicos… Y Billy, un niño “boxeador” que quiere bailar ballet.

   Billy esconde ese deseo y el cambio de las clases de boxeo por las de ballet a su padre por temor a su posible reacción. Para entender a Billy basta con ponernos en la piel de un niño de 11 años que tuviera que contarle a su padre, un minero en crisis de mediados de los 80, que le gusta hacer algo que “es de niñas”.

   Y este es el tema. Todos podemos ser disfuncionales bajo determinadas circunstancias, hechos o época en la que vivamos. Incluso un buen hombre como Jackie, que resulta para Billy ser un padre disfuncional durante gran parte del metraje de esta maravillosa película.

   Jackie termina descubriendo la pasión de Billy. Se frustra, se enoja y se opone a ella. No la entiende… aún.

   Como sabemos, es un buen hombre, pero también testarudo, rudo, con escasa formación académica, al tiempo que inteligente, por lo que posee las cualidades más relevantes para avanzar en él mismo. En el proceso, en el reconocimiento de que su hijo le necesita, en su lucha interior primero vence su ego, su rudeza, su negación a lo que él mismo ha visto. Ha visto a su hijo libre, feliz, apasionado y con talento haciendo algo que él no entiende. Billy siente que vuela, que tiene fuego dentro… siente electricidad. Jackie tiene que hacer un duelo que termina con la aceptación de que debe resarcirse. Debe cambiar. Tiene que deshacerse de estereotipos, tiene que salirse de él mismo, evolucionar, estar al servicio de la energía de su hijo pequeño en lugar de obstaculizarla. Sus intereses cambian, sus preocupaciones pasan a ser otras, sus actos se modifican a lo que Billy necesita. Jackie se transforma en padre como prioridad, se traga su orgullo y pone sus recursos a disposición de Billy. Deja de ser un padre disfuncional. Jackie es ahora el padre que Billy necesita.    En la escena en que le preguntan a Billy “¿Qué sentimientos experimentas cuando bailas?”, el plano de él enfocado dando su sentida explicación, con su padre detrás, fuera de foco y escuchando, es una representación magistral de lo que debe ser la figura paterna o materna. Un acompañamiento, un apoyo, un “no me importa si todo sale bien o mal, no me importa si tengo que sacrificar aspectos de mí, soy tu padre y me pongo detrás y fuera de foco para que luzcas, te enfoques, vueles y sientas esa electricidad. Soy tu padre, te quiero, y mi vida ahora importa un poquito menos que la tuya”.


¿A quién ama Gilbert Grape? (Lasse Hallström) (1993)

Gilbert Grape
¿A quién ama Gilbert Grape? (1993) Lasse Hallström

   Gilbert Grape (Johnny Depp) es joven, atractivo, responsable sin ser perfecto, y cabeza de familia sin serlo. Es el hijo que adquiere el papel de padre pero no lo es. Convive con dos hermanas, un hermano con discapacidad y su madre, Bonnie Grape (Darlene Cates), con serios problemas de obesidad.

   El padre de Gilbert se suicidó dejando un desequilibrio en esta familia que llevó a Bonnie a un estado de abandono que la incapacita para desempeñar las funciones y la atención familiar necesaria. No era fácil, no todas las personas responden de la misma forma, Bonnie es humana, no supera su duelo y se convierte en una madre disfuncional. No es mala, no desea mal a sus hijos, sencillamente se ve envuelta en una situación que le desborda.

   Gilbert se encarga de su trabajo y es el principal responsable de Arnie (Leonardo DiCaprio), su hermano de casi 18 años discapacitado, con el que mantiene un vínculo de protección, comprensión, amor y complicidad.

   Su madre y sus hermanas se encargan de tareas de menor responsabilidad, como los detalles de la fiesta de cumpleaños de Arnie, pero es Gilbert el que ha de resolver, incluso estos detalles, si alguno se complica. No le muestran agradecimiento, en ocasiones incluso ni respeto, cargan su frustración a un Gilbert que se muestra tranquilo pero sensible. Debe soportar ese rol de ser un padre que no es. En su mochila lleva lo peor de cada papel, las responsabilidades paternas y las desavenencias y regañinas de hijo y hermano.

   Hay una conversación entre Arnie y Gilbert en la que Gilbert le dice que si alguien le hace daño, tiene que avisarle porque él se encargará -y entonces Gilbert le pregunta- ¿Y por qué me encargaré? -La respuesta de Arnie lo dice todo- Porque eres Gilbert.

   Ya está. No hay alternativa. Es Gilbert y nadie más lo hará.

   Las consecuencias de madres y padres disfuncionales son muy graves y provocan desajustes que hacen que el resto de integrantes de la familia puedan pasar a ser también disfuncionales. Si bien puede haber algún miembro que aporte algo de equilibrio en el desequilibrio, tampoco es una solución más allá de “ir tirando”. Cada uno debería ocupar su lugar. Todos deberían extender sus roles ante la tragedia, pero ninguno debería ocupar el que no le corresponde. Esta familia necesitaba ayuda y no la recibió. Sobrellevaron su situación como pudieron hasta que no pudo soportarse por más tiempo.    Es entonces cuando llega una desagradable liberación en la que el equilibrio comienza a vislumbrarse con esperanza. Aunque con cicatrices, poder dejar atrás un escenario tan complicado, ir construyendo uno nuevo, cada uno el suyo, uno en el que en el mejor de los casos, todos pueden aprender algo, llevar consigo sus aciertos y colección de errores, una nueva forma de vida en la que alguien pregunte -¿Sabes por qué ahora soy feliz?- Y la mejor respuesta solo pueda ser -Porque eres Gilbert.

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