Mi Cinema Paradiso

Quien haya visto el filme «Cinema Paradiso» decir, que este es el mío.

Y quien no haya visto esta fábula, por favor, que lo haga. Su música, su encanto, su forma de hablarnos, sus escenas de cine, sus personajes… su final… es digno de museo y el museo de los amantes de este arte es la sala de proyección. La de la imagen es la mía. No es la mejor, ni la más grande, ni claro está, la más moderna, pero fue en la que sentí mucho de lo que se habla en la película. Tenía ocho años y empezaba a ver incluso sin mirar. Bienvenidos al cine Eda de La Pola de Gordón.

Con esa edad, por temas de trabajo, destinaron a mi padre a León durante un año y fuimos toda la familia. En ese tiempo vivimos en un pueblecito llamado La Pola de Gordón. Se convirtió en un lugar muy especial para mí. Los juguetes podías dejarlos en la calle y nadie los cogía. Los niños estábamos seguros también fuera de casa y éramos muchos. Muchos niños y niñas que pronto fueron mis amigos y amigas de los que hoy, guardo un precioso recuerdo. Pasamos poco más de un año, pero cuando tienes ocho, ese tiempo es una vida. Aprendí una forma diferente de ver las cosas y conocí un lugar, en el que como niño, me sentí libre.

Podía ir al colegio solo y acompañado de la pandilla ¡sin padres! Podíamos jugar en el asfalto porque apenas había tráfico. Las papeleras eran canastas para encestar pesadas pelotas de goma. El pan lo sacaban del horno delante de ti para dártelo y en invierno ¡nieva mucho! ¿Pero qué planeta era ese?

Me encantaban sus palabras, esas que nunca había oído. Guaje, fusca, gocho… Una forma diferente de expresarse, una forma diferente de vivir, de jugar… y una sala de cine en la que te sacaban de la oreja si te portabas mal, pero por suerte, era bueno y mis orejas no sufrieron percances.

Esta sala ya no está en uso. En la fotografía se aprecia perfectamente el paso del tiempo, pero también se ven algunos de los que la disfrutaron como yo, pero durante más tiempo. Si volvieron a hacerse la foto, por algo sería.

Que frío hacía fuera, pero que bien se estaba dentro. El jaleo inicial daba paso de forma progresiva al silencio, cuando las imágenes de la fábrica de sueños comenzaban a aparecer. Aún había que esperar un poco y empezar a ver la película con algo de jaleo. Y cuando ya había silencio, cuando ya habían sacado a quienes lo «merecían», la película tomaba protagonismo arropada por una sala acogedora con niños en butacas que resultaban enormes para nosotros sin estar escalonadas y esperando que no te tocara delante el hermano adolescente y alto de tu amigo.

No había sonido envolvente. No había 3D. No había resolución 4K ni sensación de realidad porque la realidad éramos nosotros. No solo se trataba de disfrutar de la película, sino de hacerlo con tus compañeros. A esa edad es genial. Los que eran un poco mayores, quizá buscaban más la pierna de su amiga que mirar la pantalla, pero nosotros, los que teníamos las orejas intactas, los que nos gustaba la sala, la película y nos sentíamos importantes por estar con amigos con los que reír viendo una comedia o gritar viendo Poltergeist, porque aunque fuera un filme más antiguo, ponían películas gratis de reposición. Sí, gratis. Nos movíamos en unos valores que nos ofrecían esta posibilidad. Podíamos ir al cine caminado y entrar sin pedirle la paga a nuestros padres. Solo había que portarse bien.

Grandes y pequeñas aventuras vivimos allí. Aventuras que luego nos llevábamos fuera de la sala y las revivíamos en la nieve, en la plaza, en el colegio o en casa… Y ahora trabajando. Recordando mientras escribo. Sintiendo nostalgia y volviendo a mi niñez, a un tiempo de mi niñez en el que me hubiera gustado quedarme atrapado. Secándome un poquito los ojos para ver las letras, pues mi mente parece que desee cristalizarme la mirada para que no vea otra cosa que contemplar la película con mis amigos y amigas que se quedaron en mi mente con esa edad, y, en mi recuerdo, en mi experiencia y mientras viva y piense en esa sala, todos ellos y yo mismo, tendremos ocho años para siempre.

Cine Pola por dentro
Sigue siendo preciosa

11 comentarios en «Mi Cinema Paradiso»

    • Lo descrito es lo vivido. Sin mis amigos y amigas no hubiera pasado y no habría nada que contar. Juntos creamos la historia y este pequeño artículo es solo una página del libro que vosotros hicisteis más grande. Un abrazo y gracias.

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